El lenguaje nos socializa, nos pone en contacto con los demás, nos permite comunicar. Pero, antes, ha hecho posible que pensemos la realidad y la aprehendamos, la hagamos nuestra: sin lenguaje no hay pensamiento ni comprensión del mundo y sin ambos tampoco cabe acción intencionada. Una organización, sea una empresa o una institución, está sometida a esta misma lógica humana: sin la comunicación corporativa está aislada, cerrada sobre sí misma, pero, a la vez, limita su capacidad para construir pensamiento estratégico, para pensar y comprender su mercado y su sociedad.
Muchos ven la comunicación corporativa o comunicación organizacional como una forma útil y fácil de activar las ventas, crear demanda, proteger la imagen o la reputación, potenciar y dar valor a las marcas o, sencillamente, apagar el fuego generado por una decisión errónea. Quienes entienden la comunicación de una de estas formas tienden a verla como una unidad operativa o una función gestora alejada del proceso de decisiones ejecutivas que marcan la vida de la organización: para unos no pasa de ser algo complementario, para otros se acerca a la aspirina que podía quitarnos el dolor de cabeza.
Arguyen desde hace años los asesores de imagen que, perdida la credibilidad y la confianza del mercado, la comunicación difícilmente puede restaurar el valor perdido de los intangibles y, también, del mismo fondo de comercio. Por eso mismo, aunque se olvida muchas veces, la principal aportación de la comunicación ha de tener lugar en el mismo proceso de decisión ejecutiva, cuando todavía cabe mejorar el pensamiento y la acción estratégica. Por eso mismo, la comunicación y quienes la gestionan desde dentro o desde fuera de la organización han de estar cerca del máximo órgano ejecutivo de una empresa o institución.
La conversión de los productos en marcas, la centralidad de los intangibles, la hegemonía de Internet y el protagonismo activo de los consumidores exigen una visión integral y estratégica que supera las capacidades del marketing, como bien recuerda Agustín Medina en Bye, bye, marketing. En la medida en que todos consumimos signos, las relaciones de intercambio entre una organización y su mercado o públicos se convierten en procesos de significación, en conversaciones. La comunicación pasa así a ser la variable crítica de una organización. De ahí que contar con la consultoría externa una agencia de comunicación o profesionales especializados resulte tan necesario como que esa relación se base en la confianza mutua. Aun estando fuera de la estructura organizacional, el gestor de la comunicación ha de operar desde dentro de la empresa o institución.
Solo desde el conocimiento de la planificación estratégica cabe hacer de la comunicación de empresa o la comunicación institucional un camino eficiente y seguro hacia un éxito sostenido, no ocasional o casual. Fuera de ese saber y hacer, la agencia de comunicación ve reducida su capacidad para incidir en las políticas de posicionamiento, en la dotación de valor a sus marcas, en la orientación de la organización hacia los grupos de interés, en los procesos de percepción que median su relación con el mercado e, incluso, en la forma en que la organización se vive a sí misma.
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comunicación de empresa
agencia comunicación Zaragoza